viernes, 29 de septiembre de 2017

Los hermanos Karamázov, Fiódor Mijálovich Dostoievski




     Parecía que lo más sencillo y rápido para él habría sido dirigirse entonces a casa de Fiódor Pávlovich y enterarse de si había sucedido allí alguna cosa y, en caso afirmativo, de qué se trataba para ir después, y solo después, cuando ya no hubiera lugar a dudas, a ver al jefe de policía, cosa ya decidida por Piotr Ilich. Pero la noche era oscura, el potalón de Fiódor Pávlovich, solido; otra vez se vería obligado a llamar con estrépito, a aquel hombre le conocía muy poco; si al fin le abrieran, después de mucho llamar, y por ventura no hubiese ocurrido nada allí, Fiódor Pávlovich, tan zumbón, iría a contar al día siguiente por toda la ciudad cómo a medianoche el funcionario Perjotin, a quien no conocía, se le había presentado en casa para enterarse de si alguien le había matado. ¡Vaya escándalo que armaría! Y el escándalo era lo que más temía Piotr Ilich en este mundo. Sin embargo, el sentimiento que le arratraba era tan fuerte que el hombre dio con la rabia una patada en el suelo, volvío a soltar improperios contra sí mismo y emprendió al instante un nuevo camino, pero no ya hacia casa de Fíodor Pávlovich, sino hacia de la señora Jojlakova. Pensaba que si ésta respondiera negativamente a la pregunta de si había dado tres mill rublos no hacía mucho, a tal hora, a Dimitri Fiódorovich, Piotr Ilich se presentaría sin pérdida de tiempo al jefe de policía, sin pasar por casa de Fiódor Pávlovich; en caso contrario, lo dejaría todo para el día siguiente y regresaría a su propia casa. Es evidente, desde luego, que la resolución tomada por el joven de ir, casi a las once de la noche, a casa de una dama de sociedad a quien no conocía, hacerle levantar, quizá, de la cama para formularleuan preguanta pasmosa por las circunstancias en que se iba a hacer, llevada implícitas muchas más probabilidades de provocar un escándalo que la de ir a casa de Fiódor Pávlovich. Pero así sucede a veces, sobre todo en casos semejantes al presente, con las resoluciones de las personas más metódicas y flemáticas. ¡Y en ese momento, Piotr Ilich era todo lo contrario de un hombre flemático! Recordó luego toda la vida cómo fue apoderándose de él, gradualmente, una inquietud invencible hasta llegar a torturarle y arrastrarle contra su propia voluntad. Obvia decir que en todo en camino se estuvo reprendiendo por ir a casa de dicha dama, "pero llevaré el asunto hasta el fin, hasta el fin", se repetía por décima vez, con rechinar de dientes, y cumplió su propósito: lo llevó hasta el fin.



Dostoievski Fiódor Mijáilovich, Los hermanos Karamázov, Paneta, Clásicos Universales Planeta, 1ª edición, 1988, paginas 562-563.


Seleccionado por: Jorge Eguez Yabita, primero de Bachillerato, 2017-2018.





Los caballeros, Aristófanes


      LOS CABALLEROS

DEMÓSTENES

¡Ayayay! ¡Qué desgracia! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ojalá! acaben los dioses malamente con ese malvado recien comprado, el Paflagonio, y con sus intrigas, pues desde que se metió en casa siempre logra que se zurre la badana a los criados.
NICIAS

Y que sea el primero de los paflagonios en acabar con sus calumnias de la peor manera.

DEMÓSTENES

                       Infeliz, ¿cómo te encuentras?

NICIAS

Mal, como tú.

DEMÓSTENES

Ven aquí entonces y toquemos llorando a dúo con la flauta un endecha de Olimpo.












      Aristófanes, Comedias, Editorial Gredos, Madrid, 2000, páginas 163-164.
      Seleccionado por Rebeca Serradilla Martín.Primero de Bachillerato. Curso 2016-2017.