jueves, 30 de marzo de 2017

Las Aventuras de Tom Sawyer, Mark Twain

                                                  Capítulo IX

       Aquella noche, a las nueve y media, mandaron a la cama a Tom y a Sid como de costumbre. Rezaron las oraciones y SId se durmió en seguida. Tom se quedó despierto, esperando, inquieto e impaciente. ¡Cuando ya creía que estaría amaneciendo oyó que el reloj daba solamente las diez! ¡Qué desesperación! Se hubiera puesto a dar vueltas, agitado, como le exigían los nervios, pero temía despertar a Sid. Así que se quedó quieto, con la mirada clavada en la oscuridad. Todo estaba lúgubremente silencioso. Poco a poco, en medio del silencio, empezaron a distinguirse algunos ruiditos apenas perceptibles. El tic-tac del reloj comenzó a hacerse notar. Las viejas vigas empezaron a crujir misteriosas. Las escaleras chirriaban débilmente. Por lo visto, los espíritus andaban cerca. Un ronquido rítmico y amortiguado salía del cuarto de la tía Polly. Y entonces empezó a oírse el fastidioso chirrido de un grillo que resultaba humanamente imposible de localizar. Luego el espeluznante tic-tac de un escarabajo de la muerte en la pared, cerca de la cabecera de la cama hizo estremecerse a Tom... Significaba que alguien tenía ya sus días contado.

       Mark Twain, Aventuras de Tom Sawyer. Bruguera, Barcelona. Laurin, primera edición, 1994. Página 78
       Seleccionado por David Francisco Blanco. Primero de bachillerato, curso 2016-2017.

Cumbres borrascosas, Brontë

       Ni siquiera abrigaba la menor idea de que hubiesen existido. Yo era aún una niña, acababan de enterrar a mi padre, y se debía mi congoja a que, por mandato de Hindley, me habían separado de Heathcliff. Me hallaba sola por primera vez, y despertando de un terrible letargo después de toda una noche de llorar sin descanso.  levanté las manos para descorrer las tablas del lecho. La mano dio contra el tablero de esa mesa. Entonces pasé la mano por la alfombra y recuperé de golpe la memoria. La congoja que acababa de sentir se ahogó en un paroxismo de desesperación. No sabría explicar por qué me sentía tan profundamente desdichada. debía estar bajo los efectos de una perturbación pasajera, puesto que ahora no veo la razón. Pero comprende que hace doce años que me arrancaron del hogar donde se desarrolló mi infancia, de Cumbres Borrascosas, del lugar que lo suponía todo para mí, como para Heathcliff entonces, y me vi transformada de pronto en señora Linton, la dueña de la Granja de los Tordos; en la mujer de un extraño, proscrita, trasplantada, por tanto, de lo que había constituido mi mundo. ¡Ya puedes darte idea del abismo en qué me sentí sumida! Mueve cuanto quieras la cabeza, Nelly. Has contribuido a perturbarme el cerebro. debiste haber hablado a Edgar. Ten la seguridad que debiste hacerlo y obligarle a que me dejase en paz. ¡Ah, estoy ardiendo! Quisiera estar fuera. Quisiera volver a ser aquella niña medio salvaje, intrépida y libre, que se burlaba de las ofensas en vez de enloquecer. ¿Por qué habré cambiado tanto? ¿Por qué hay palabras que hacen que me hierva la sangre con tan infernal violencia? Estoy convencida de que sería nuevamente la misma que era, si estuviese en los matorrales de las lomas. Vuelve a abrir la ventana..., ¡de par en par!...¡Y déjala abierta! Date prisa..., ¿Por qué no te mueves?
       -Porque no quiero matarla de frío.
       -Di, mas bien, que no quieres dejarme que viva -dijo con tristeza-. Pero, después de todo, todavía no me encuentro impedida; yo misma abriré.
        Y deslizándose del lecho antes que yo pudiera evitarlo, atravesó la habitación con paso vacilante, abrió la ventana de par en par y se asomó sin preocuparse de aire helado y cortante como un cuchillo. Le supliqué que se metiera dentro y, por último, traté de obligarla. Pero he de confesar que la fuerza que le daba el delirio superaba con mucho la mía. (Tenía el delirio y me convencí luego, por sus extraviados actos.) No había luna y todo estaba sumido en brumosa oscuridad. ni cerca ni lejos brillaba la luz de una sola casa; hacia tiempo que todas se habían apagado, y las Cumbres Borrascosas no se podían ver desde allí. Sin embargo, afirmaba ella que distinguía sus resplandores.


       Brontë, Cumbres borrascosas, Barcelona, Editorial Planeta S. A., 1994, Página 99.
Seleccionado por Gustavo Velasco Yavita, primero de bachillerato, curso 2016-2017



Ética Nicomáquea, Aristóteles

Libro III

Capítulo 3: Objeto de la voluntad.

   Hemos dicho ya que la voluntad tiene por objeto un fin, pero unos piensan que su objeto es el bien, y otros que es el bien aparente. Si se dice que el objeto de la voluntad es el bien, se sigue que el objeto deseado por un hombre que no elige bien no es objeto de voluntad (ya que , si es objeto de voluntad, será también un bien; pero, así, sucedería que sería un mal); en cambio, para los que dicen que el objeto de la voluntad es el bien aparente, no hay nada deseable por naturaleza, sino lo que a cada uno le parece: a unos una cosa y a otros otra, y si fuera así, cosas contrarias. Y si estas consecuencias no nos satisfacen, ¿deberíamos , entonces, decir que el objeto de la voluntad es el bien, tomado de un modo absoluto y de acuerdo con la verdad, mientras que para cada persona es lo que le aparece como tal? Así, para e hombre bueno, el objeto de la voluntad es el verdadero bien; para el malo, cualquier cosa (lo mismo, para el caso de  los cuerpos, si están en buenas condiciones físicas, es sano lo que verdaderamente lo es, pero, para los enfermizos, son otras cosas; e igualmente ocurre con lo amargo, lo dulce, lo caliente, lo pesado y todo lo demás). El hombre bueno, en efecto, juzga bien todas las cosas, y en todas ellas se le muestran la verdad.
   Pues, para cada modo de ser, hay cosas bellas y agradables, y, sin duda, en lo que más se distingue el hombre bueno es en ver  la verdad en todas las cosas, siendo como el canon y la medida de ellas. La mayoría, en cambio, se engaña, según parece, a causa del placer, pues parece ser un bien sin serlo.
    Y, por ello, eligen lo agradable como un bien y huyen del dolor como un mal.

Aristóteles, Ética Nicomáquea,editorial gredos, publicada en Madrid en 2000, libro: III,capítulo 4, página:82-83.
Seleccionado por Lara Esteban González, primero bachillerato, curso 2016-2017.

Las tribulaciones del estudiante Törless, Robert Musil


POR FIN se encontró tendido en su cama. Ya no pensaba en nada, pues pensar le era muy difícil y estéril... Verdad es que por la cabeza le pasó lo que había sabido de los secretos actos de sus amigos; pero tales cosas le parecieron tan indiferentes y faltas de vida como las noticias que uno lee en un diario extranjero.
       De Basini no cabía esperar ya nada. Por cierto,  ahí estaba su problema, pero el problema era tan dudoso y él estaba tan cansado y abatido... Tal vez todo fuera un engaño.
       En las oscuras sensaciones que precedieron al sueño, sólo exhalaba su aroma, como las flores de saúco, el rostro de Basini, su desnuda y deslumbrante piel. Y allí hasta se extinguía toda repugnancia moral. Por fin Törless se durmió.

       Ningún sueño turbó su tranquilidad, pero una tibieza infinitamente agradable tendía blandos tapices bajo su cuerpo. Se despertó de pronto y tuvo que ahogar un grito de sorpresa. Junto a su cama estaba Basini que, con frenéticos y rápidos movimientos, se despojó de la camisa, se metió bajo las sábanas y aprentó su desnudo y tembloroso cuerpo contra Törless.
       Apenas Törless se dio cuenta de esta acometida, apartó a Basini de sí.
       -¿Estás loco? ¿Qué te has creído?
       Pero Basini suplicaba.
       -Oh, no vuelvas a ser así conmigo. Nadie es como tú. Ellos no me desprecian, como tú. Son rudos sólo para poder luego portarse de otro modo. Pero tú, justamente tú... Si hasta eres más joven que yo, aunque en verdad eres más fuerte...; nosotros dos somos más jóvenes que ellos... Tú no eres tan rudo y vanidoso como ellos... Eres suave, tierno... Te quiero...
       -¿Cómo?... ¿Qué dices? ¡Qué tengo que ver yo contigo? ¡Vete! ¡Sal enseguida de mi cama!
       Y Törless atormentado, apartó con el brazo el hombro de Basini; pero la cálida proximidad de la piel blanda, extraña, lo perseguía, lo abrazaba y lo ahogaba. Y Basini susurraba sin cesar:
       -...¡Oh, por favor, por favor, oh, me gustaría tanto complacerte...!

       Törless no sabía que responder. Mientras Basini hablaba, mientras transcurría un segundo de duda y reflexión, los sentidos volvieron a hundírsele en un mar verde y profundo. Sólo las móviles palabras de Basini refulgían en él como destellos de plateados peces.
       Con el brazo continuaba aún apartado el cuerpo de Basini, pero ahora estaba invadido por una tibieza húmeda, pesada. Los músculos se le adormecían, se olvidaba de ellos... Sólo cuando le llegó otro torrente de conmovidas palabras, despertó de aquel estado, porque de pronto sintió -como algo terriblemente inasible- que precisamente -como en sueños- sus manos acababan de atraer a Basini hacia él.
       Entonces quiso agitarse, gritarse: "Basini te engaña, quiere atraerte sólo para que ya no puedas despreciarlo"; pero el grito se le ahogó en la garganta. Ningún sonido vivía en el enorme edificio. En todos los corredores parecían dormir, inmóviles, las oscuras olas del silencio.
        Quiso recobrarse, volver a sí mismo pero, como negros guardianes, las olas estaban echadas ante todas las puertas.
       Entonces Törless ya no buscó palabras. Las voluptuosidad que, poco a poco, se le había ido metiendo furtivamente desde aquellos primeros momentos de desesperación, había alcanzado ahora sus plenas dimensiones. Allí estaba esa voluptuosidad, desnuda junto a Törness, extendida, cubriéndose la piel con su blanda y negra capa. Y le susurraba dulces palabras de resignación al oído, y con sus cálidos dedos hacían a un lado todos los problemas y deberes que parecían vanos. Y le susurraba. "En la soledad todo, está permitido..."
       Sólo en un instante en que logró deshacerse de aquella fuerza voluptuosa, despierto, vigilante durante un segundo, se aferró desesperado a un pensamiento: "Éste no soy yo... No soy yo... ¡Sólo mañana volveré a ser yo!... ¡Mañana!"


Robert Musil, Las tripulaciones del estudiante, Barcelona, 1984, Editorial Seix Barral, páginas 159-161.
 Seleccionado por Andrea Sánchez Clemente. Primero de Bachillerato. Curso 2016/2017

Los conquistadores, Malraux

                                                                                                                             Al día siguiente

     Garín vuelve furioso de ver a Borodín.

     -Yo no digo que haga mal en aprovechar la muerte de Klein, como podría aprovechar cualquier otra cosa. Lo que encuentro idiota, lo que me exaspera, es su pretensión de obligarme a hablar ante su tumba. Hay un montón de oradores. ¡ Pues no! Otra vez está dominado por la insoportable mentalidad soviética, por una exaltación estúpida de la disciplina. ¡Allá él! Pero yo no he dejado Europa en un rincón como un saco de trapos, a riesgo de acabar como un Rebecci cualquiera, para venir a enseñar aquí la palabra obediencia, ni para aprenderla. " ¡No hay medias tintas frente a la Revolución! " ¡Pues estaríamos arreglados! Hay medias tintas en todas partes donde se encuentren hombres y no máquinas... ¡Tiene la presión de fabricar revolucionarios lo mismo que Ford fabrica coches! Esto terminará mal, y no va a tardar mucho. En su cabeza de mongol peludo, el bolchevique está en pugna con el judío. Pues si gana el bolchevique, peor para la Internacional...

     Pretextos. Ésa no es la verdadera causa de la ruptura.

     Hay en primer lugar otra: Borodín ha hecho ejecutar a Hong. Garín, creo yo, quería salvarle. A despecho del asesinato de los rehenes (que parece, por lo demás, no haber sido ordenado por él). Porque pensaba que, a pesar de todo, Hong seguía siendo utilizable; porque hay entre Garín y los suyos una especie de vínculo feudal. Y tal vez porque estaba seguro de que, llegado el caso, Hong acabaría a su lado... contra Borodín. Lo cual parece haber sido opinión de éste...
     Garín no cree más que en la energía. No es antimarxista, pero el marxismo no es absoluto para él un "socialismo científico"; es un método de organización de las pasiones obreras, un medio de reclutar tropas de choque entre los obreros. Borodín, pacientemente, construye la planta baja de un un edificio comunista. Reprocha a Garín el carecer de perspectiva, el ignorar adónde va, el no obtener más que victorias debidas al azar- por muy brillantes, por muy indispensables que sean-. Incluso hoy, a sus ojos, Garín pertenece al pasado.

     Garín cree verdaderamente que Borodín trabaja de acuerdo con unas perspectivas, pero piensa que estas perspectivas son falsas, que la obsesión comunista le conducirá a unir en contra suya un Kuomintang de derechas singularmente más fuerte que el de Chengdai, y que este Kuomintang aplastará a las milicias obreras.

     Y descubre (bien tarde, por cierto...) que el comunismo, como todas las doctrinas poderosas, es una francmasonería. Que en nombre de su disciplina, Borodín no vacilará en reemplazarle, tan pronto como él, Garín, no le sea indispensable, por alguien tal vez menos eficaz, pero más obediente.



     Malraux, Los conquistadores, Barcelona, Editorial RBA coleccionables S. A., 1995, Página182-183.
     Seleccionado por Rodrigo Perdigón Sánchez, primero de bachillerato. Curso 2016-2017.

Guillermo Tell, Friedrich von Schiller


Acto cuarto

Escena primera

       Orilla de la parte del lago de los Cuatro Cantones.
    Rocas abruptas de formas extrañas cierran la perspectiva al oeste. El lago está agitado, violento ruido de las olas interrumpido por rayos y truenos.
      Kunz von Gersau. Pescador y joven pescador.

  KUNZ. Yo lo he visto con mis propios ojos, podéis creerme, toda ha sucedido tal y como os lo he dicho.
  PESCADOR. Tell preso y deportado a Jüssnacht, el mejor hombre del país, el brazo más recio, si un día tuviéramos que defender nuestra libertad por la fuerza.
  KUNZ. El mismo gobernador le lleva a través del lago; yo partí de Flüelen cuando estaba a punto de embarcarse, sin embargo, la tormenta, que ahora se cierne y que también a mí me ha obligado a desembarcar aquí apresuradamente, puede haber impedido su partida.
  PESCADOR. ¡Tell aherrojado, en poder del gobernador! ¡ Oh, creedme, le encerrará en un calabozo muy hondo, para que no vuelva a ver la luz del día! ¡Pues tiene que temer la justa venganza del hombre libre al que ha provocado gravemente!
  KUNZ. También dicen que el ex magistrado mayor,el noble señor Von Attinghausen, está muriéndose.
 PESCADOR. ¡Entonces se rompe la última ancla de nuestra esperanza! ¡Que él era el único que quedaba capaz de alar su voz para defender los derechos del pueblo!
  KUNZ. La tormenta crece. Que lo paséis bien, yo me alojaré en el pueblo, pues hoy ya no puede pensarse en partir.
  PESCADOR. ¡Tell preso y el barón muerto! ¡Alza tu frente insolente, tiranía, arroja de ti toda la vergüenza! ¡ La boca de la verdad está muda, el ojo vidente está ciego, el brazo que debía salvarnos está encadenado!


Friedrich von Schiller, Guillermo Tell, RBA Coleccionables, S.A. Barcelona 1994, edición planeta S.A. Página 235
Seleccionado por Andrea Martín Bonifacio, primero de bachillerato, curso 2016/2017.